El laureado economista afirma que los costos trimestrales de la guerra ascienden aproximadamente a 50.000 millones de dólares, cantidad con la que el Gobierno de George W. Bush pretendía, en un principio, sufragar la intervención por completo. “Si situamos esa cantidad en su marco, con una sexta parte de lo que se ha gastado en la guerra los EEUU podrían dotarse de una base económica sólida para su sistema de seguridad social durante más de medio siglo, sin reducir las prestaciones ni aumentar las contribuciones”, afirma.
En su nueva obra, escrita conjuntamente con la profesora de Harvard Linda Bilmes, Stiglitz subraya que el Gobierno de EEUU lanzó la invasión al tiempo que promovía rebajas fiscales para las clases más pudientes, a pesar de que sufría un déficit presupuestario. A consecuencia de ello, Washington ha tenido que recurrir a un exceso de gasto público –financiado en gran parte desde el extranjero- para sufragar la guerra. “Todo el coste se va a legar a las generaciones futuras. Si no cambia la situación, la deuda nacional de los EEUU, que ascendía a 5,7 billones de dólares cuando Bush llegó a la presidencia, será dos billones de dólares mayor por la guerra”, dice.
Cascada de liquidez
Para Stiglitz, la guerra de Iraq –la primera en la historia norteamericana que no ha exigido un sacrificio económico a los ciudadanos mediante un aumento de impuestos- fue parcialmente responsable del enorme aumento de los precios del petróleo. Además, el dinero invertido en la invasión no estimuló la economía en la misma medida que lo habrían hecho los dólares gastados en Estados Unidos. “A fin de encubrir estas debilidades de la economía estadounidense, la Reserva Federal dejó salir una cascada de liquidez; esto, combinado con normas laxas, dio origen a la burbuja de la vivienda y a un auge del consumo”, argumenta.
Desde que el pasado mes de agosto estalló en EEUU la crisis provocada por las hipotecas de alto riesgo todos los focos han apuntado a los mercados financieros. La confianza de los inversores estadounidenses ha ido disminuyendo sin que reguladores ni administración haya podido hacer nada para evitarlo. Los sucesivos recortes de tipos llevados a cabo por la Reserva Federal no han hecho más que generar polémica entre los partidarios de salvar a toda costa el mercado y aquellos que alertan sobre el peligro de un crecimiento desmesurado de la inflación.
Ni siquiera la administración Bush, que al comenzar 2008 solicitó al Congreso una inyección fiscal de 145.000 millones de euros –equivalente al 1% del PIB- ha conseguido contener la escalada. Y en EEUU ya se habla de recesión de costa a costa, la peor desde la II Guerra Mundial según Alan Greenspan, pese a que el secretario del Tesoro, Hank Paulson, y el presidente de la Fed, Ben Bernanke, aseguran que este año no habrá crisis.
Ideología y especulación
“La ideología y la especulación también han desempeñado su papel en el aumento de los costos de la guerra. Los Estados Unidos han contado con contratistas privados que no han resultado baratos. (…) La guerra sólo ha tenido dos vencedores: las compañías petroleras y los contratistas de defensa. El precio de las acciones de Halliburton, la antigua empresa del vicepresidente Dick Cheney, se ha puesto por las nubes, pero incluso cuando el Gobierno recurrió cada vez a más contratistas redujo su supervisión”, concluye Stiglitz.
No obstante, no todos se muestran tan firmes al relacionar la guerra de Iraq con la actual crisis económica. Robert Hormats, vicepresidente de Goldman Sachs International y autor de un libro que analiza cómo los EEUU sufragan sus guerras, argumenta que la intervención es negativa para la economía, pero que es tan sólo un factor menor en la recesión.
www.elconfidencial.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario